Editorial || Fiestas patrias: entre la esperanza y la desesperanza

Wilmer Fernández, director de Cutivalú
Wilmer Fernández, director de Cutivalú

Este 28 de julio cumplimos 203 años de vida republicana en el Perú. Estas fiestas la vivimos hoy entre la esperanza y la desesperanza porque no hay casi nada que celebrar. Más de 200 años de historia que, como peruanos y peruanas, aún no terminamos de entender ni de asimilar. Una historia que hoy no se quiere enseñar con la verdad, porque desde enfoque militarezco de nuestra educación nos duele mirar nuestros fracasos y nuestras decenas de batallas perdidas; una historia que invisibiliza poblaciones originarias enteras, visiones e historias completas, y mira a lo extranjero como el ideal de identidad. Una historia desarraigada de los verdaderos hechos que han configurado lo que llevamos dentro como peruanos. Una historia que borra la memoria al gusto del que tiene el poder. Hoy nuestras escuelas prefieren enseñar más cómo ser emprendedor que construir una identidad arraigada en una diversificada geografía y en un mestizo colectivo humano, cuya riqueza no terminamos ni siquiera de descubrir.

Celebramos 203 años de vida republicana sin héroes civiles ejemplares ni otros referentes éticos que nos muestren el sueño de ser una nación peruana, libre e independiente, en la cual todos y todas nos sentimos un solo colectivo político que camina hacia un futuro. Ni siquiera aprendimos a identificar a los verdaderos héroes o heroínas.  Nos enseñaron en el colegio, y lo siguen enseñando hoy, que los héroes usan botas, usan rifles, que son generales o coroneles, que murieron en una batalla o que, en el peor de los casos, llegaron a gobernar el país. Héroes de eventos casuales pero que no construyeron una nación, no construyeron una visión de país a largo plazo porque se estaban llenando primero su intereses personales y familiares. Estos distópicos y oscuros personajes perduran hasta hoy, y ud. los puede encontrar en el Congreso, en el gobierno, en el Estado.

No obstante, no caigamos en la desesperanza. Tenemos que reconocer a los héroes y heroínas que realmente tiene Perú, cuyas proezas no se escriben en los libros: las mujeres que, portadoras de la vida, con su creatividad han sacado adelante este país en los peores momentos de nuestra historia; los pueblos indígenas que defienden los bosques amazónicos; los defensores de los ríos; los defensores de los derechos humanos; los escritores como Arguedas, Ciro Alegría, Manuel Escorsa y otros quienes nos contaron y nos cuentan la vida de las comunidades de nuestros pueblos originarios; los docentes que hacen su trabajo con convicción y vocación porque transforman la vida de los niños y niñas; los trabajadores de la salud; los campesinos que luchan día a día por hacer que la tierra siga alimentando a la población. Estas personas son héroes porque sin tener poder político ni militar están dando al Perú un futuro, a pesar de los políticos y políticas que estorban el desarrollo del país.

Este 28 de julio, si bien no hay mucho que celebrar porque el 95% de los peruanos y peruanas no esperamos nada de nuestros mediocres políticos/as que gobiernan hoy el país, es la oportunidad para visionar nuestro Perú, para pensarlo, para recuperar la utopía de un gran país, en el cual todos y todas tengamos las mismas oportunidades de vida de calidad. Preguntémonos en estos días: ¿Cómo es el Perú o la nación que soñamos tener? ¿Cómo nos gustaría que sea este país en los próximos años? ¿Qué Perú quiero dejarle a mis hijos e hijas? ¿Que tendríamos que hacer todos para conseguir ese sueño?

Una cosa es clara ahora: si todos y todas las peruanas no nos comprometemos con este país las cosas malas que nos pasan como país, continuarán, seguirán los políticos delincuentes como los que tenemos hoy llegando al poder.